viernes, 7 de noviembre de 2008

3. Creciendo.

¿Cuánto puede cambiar la perspectiva del mundo de un niño en solo unos meses?

La academia era un lugar duro, y que esta dureza fuese necesaria no convertía el hecho en menos cruel. Había pasado medio año desde el examen de acceso en el que habían evaluado sus habilidades, y a partir de ese instante Hakim no recordaba un solo día en que no se hubiera acostado con el cuerpo dolorido por el estricto régimen de entrenamiento.

Sus examinadores habían considerado (con muy buen criterio, como se demostraría más adelante) que su lugar se encontraba en la unidad de batidores, un cuerpo militar del que el ejército halshar se sentía especialmente orgulloso.

Como batidor, su objetivo sería convertirse en la vanguardia de las tropas, identificando a través de la sutileza y el subterfugio los objetivos relevantes que posteriormente serian atacados por las unidades más predispuestas al combate. Por supuesto, también serian entrenados en combate, tanto próximo como a larga distancia, pero asumiendo sus “necesidades especiales”.

Obviamente, las habilidades que un batidor debía desarrollar chocaban frontalmente con la posibilidad de utilizar armadura pesada o escudo, que no harían si no entorpecer sus movimientos y volverlo menos discreto, lo cual convertía su adiestramiento al respecto del combate, sobre todo en cortas distancias, un tanto peculiar.

Durante aquellos meses, Hakim había oído una y otra vez que la unidad de batidores era el orgullo del ejército de Halshara, y que por tanto, deberían invertir hasta su último aliento para que esto continuase siendo así. Para ello, habían comenzado un adiestramiento según el cual la velocidad y la destreza se imponían a la fuerza y resistencia.

“Si eres más rápido que tu enemigo, no podrá golpearte. Si sabes golpear en el lugar correcto, no necesitaras golpear con fuerza.”

Armas y armaduras ligeras se volvieron su pareja de baile en aquellos tiempos, pero algo no iba bien. Hakim era ágil, tal vez el mejor al respecto en esa promoción, se movía rápidamente y con seguridad, pero cuando llegaba el momento de emplear las armas, parecía que su habilidad con las mismas no estaba al mismo nivel que el resto de sus capacidades, cosa que crispaba sobremanera a su instructor. No es que fuese malo, de hecho era lo bastante bueno para derrotar a la mitad de su promoción, pero podía ser mucho mejor.

-¡Esa espada debería apuntar un palmo más arriba!- Aquel grito perseguía al joven de forma casi permanente, y normalmente bastaba para desconcentrarlo lo suficiente como para que el filo romo de una espada de entrenamiento se estrellase en uno de sus costados.

Mientras tanto, Ayman había ido siguiendo los progresos del hijo de su viejo compañero. Igual que Rashid, su instructor, opinaba que el joven podía hacer mayores logros de los que demostraba, pero intuía que había una razón para su estancamiento. Y como instructor de la unidad de guerreros, estaba seguro de su creencia.

Un día, durante el entrenamiento de la mañana, Ayman hizo acto de presencia en la zona del patio de armas destinado a los batidores.

-¡Ayman! ¿Qué te trae por aquí?

-Por supuesto no tu fea cara, Rashid.- Bromeó Ayman, con la vista clavada en Hakim.- Es uno de tus chicos.

-¿Uno de mis chicos?- El experto batidor siguió la mirada del recién llegado con interés.- Ah, Hakim. Es hijo de uno de tus compañeros de promoción, si no me equivoco.

-Cierto, pero creo que hay algo que no sabes de él.- Ayman sonrió como solía hacer cuando tenía información privilegiada.

-¿Y qué es?- En el rostro de Rashid era evidente la curiosidad que Ayman le había despertado.

Sin decir más, Ayman se acercó al joven y le pidió que le entregase su espada. Tras recibirla, se alejó de él unos diez pasos.

-¡Cógela!- Dijo al tiempo que la lanzaba en su dirección, aunque ligeramente desviada hacia la derecha de Hakim.

En un movimiento ágil y armonioso, el aprendiz de batidor atrapó la espada por la empuñadura sin el más mínimo percance, aún cuando su maniobra fue más compleja de lo que Rashid esperaba, pues la mano en la que portaba ahora su arma era la izquierda.

-Lo que no sabías de él es que es zurdo.- Sentenció Ayman con una sonrisa cínica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

quiero mas !!!!! q toy enganchada ^^

Moebius, Señor del Tiempo dijo...

Ala, ya tienes más, para que no te quejes... XD

Por cierto, acuerdate de pasar por el otro blog, que ya lo estrene con una entrada que creo que te gustara!